Los
barrancos del mediterráneo rara vez llevan agua. El rio Monleón es uno de esos
casos.
La
frontera entre Teruel y Castellón la marca, en los confines del Maestrat , el lecho seco del
Monléon. Los cantos rodados tapizan el
suelo, hacen de camino romano para pasear por estos fondos en tierras agrestes.
Caminando
por La Estrella, que es el lugar, si el
sol está presente, o mejor omnipresente, ves el rio y da lástima. Por mucho que
sudes el fondo no llevará agua. Se echa de menos.
Pero si
te esfuerzas y los hados te ayudan, tus pasos se dirigirán hacia el rumor que
surge de las zonas más densamente arboladas. La recompensa es la transformación
que el mago de la Estrella hace sobre un desierto moruno para transformarlo en
un fresco oasis de aguas transparentes y heladas que surgen debajo de las piedras
con la fuerza de la luz de entre la noche terrena: el “ullal del Molí”. Un paraíso morisco, con sus estanques de agua
trasparente y sus rumores sugerentes. Transformados con el tiempo en fuerza
para los molinos y ahora en caminos recónditos, solitarios y cerrados por
zarzas. Paraíso temporal: hasta que se
sequen las fuentes y vuelva la realidad sedienta.
Las fotos son sólo una pincelada del cuadro que nos brinda el paisaje.